martes, 1 de julio de 2014

1.

Volví a despertarme sola y asustada en mitad de la noche. No era normal la semana que llevaba. ¿Qué me pasaba?  Lo único que soñaba eran pesadillas o, al menos lo que conseguía recordar.
Me levanté a beber agua y miré por curiosidad el reloj. Las 5 a.m. Otra noche más en vela. 
Para mí era imposible volver a conciliar el sueño tras despertarme tan nerviosa, así que decidí encender un rato el PC. Nada. Ningún mensaje. Ningún correo. Ninguna notificación en Twitter o Facebook.

- Óle tu popularidad - me dije a mi misma en tono irónico.

Me volví a la cama sin ningún empeño en dormir. Lo único en que podía pensar era en esa pesadilla tan extraña y en la sensación que me dejaba. 
Era un especie de vacío y pena, y parte de culpabilidad. Recordaba una pistola, una casa que no me sonaba de nada, gritos a lo lejos y mucha sangre. Sangre de alguien que no conocía. Y a mi lado había un chico, tal vez de mi edad. Sí, yo le echaría unos 18 o 19 años. Lo cierto es que era bastante guapo y me resultaba familiar pero no conocía a nadie cercano que se le pareciera.

Al fin llegaron las 7 de la mañana y me dispuse a prepararme para ir a la facultad aunque sin ganas de estar en clase. Era mi primer año en ingeniería química y lo cierto es que me estaba gustando más de lo que me esperaba. La gente era bastante simpática y los profesores explicaban y me caían bien, exceptuando al 'Bigotes'. No sé que le habría hecho yo a ese profesor para que me tuviera tanta manía. Siempre que podía se metía conmigo en clase. Y tal vez no lo hiciera a mal, sino por pura diversión pero, a mí me jodía como ninguna otra cosa.

Cogí lo primero que pillé, una camiseta ancha de AC/DC, unos vaqueros pegados y mis converse blancas.
Hacía tiempo que no me preocupaba tanto lo que los demás pensaran de mí o de mi forma de vestir. Tampoco era nada del otro mundo, y ahora encajaba en la 'moda'.

-Mamáaaaaa, voy a volver a perder el autobús, ¿¿¿has visto mi carpeta azul???
-La tienes encima de la mesa del salón, despistada.

Esa era otra característica que me definía al cien por cien. No había día que yo soltara una cosa y me acordara en dónde. Pero como decía mi madre, era un despiste gracioso. Ya, porque ella no lo vivía.
Cogí los auriculares, el móvil y la carpeta y bajé corriendo las escaleras. 
Una vez en el autobús tuve la sensación de que hoy sería un día distinto.

Llegué antes de tiempo a la facultad. Tenía 1h antes de la primera clase y mis amigas aún no habían llegado, así que decidí ir a hacer unas fotocopias y luego a la biblioteca a subrayar los apuntes de Fundamentos de Ingeniería Química. 
En el camino paré a beber agua en una fuente cercana a la biblioteca y al girarme me choqué con alguien que no vi. Mis fotocopias salieron por los aires al estilo película de Hollywood. 

-Ay, qué torpe. Perdona. - dije antes de mirar hacía arriba.
-No, perdóname a mí, no iba pendiente de la gente. - me contestó un chico.
Y lo ví. No sabía quién era, cómo se llamaba, ni de dónde había salido pero me era demasiado familiar. Demasiado. Tanto que tenía la sensación de conocerlo desde hace mucho tiempo.

-Te ayudo con los folios - me dijo sonriendo. - Por cierto, soy Carlos.
-Encantanda, yo soy Marta - contesté devolviéndole la sonrisa.
-Lo cierto es que tengo un poco de prisa porque estoy liado con papeleo, ¡lo siento eh! - me dijo mientras se marchaba después de recoger mis fotocopias.

La siguiente hora me la pasé pensando de qué podría conocer yo a aquel chico o, al menos a quién se podía parecer.
Noelia y Carla aparecieron a la hora de siempre, nos encontramos en la entrada y fuimos a la clase. Tocaba con mi querido Bigotes.
Desde que empezó el curso fue con las dos chicas que mejor me llevé. Ambas venían juntas porque se conocían del instituto y al verme sola el primer día decidieron acercarse a hablarme. La verdad es que les agradezco mucho ese gesto porque si por mi fuera... A día de hoy estaría aún sola.
Noelia era un poco más alta que yo, y eso que yo no era bajita. Tenía un pelazo castaño liso impresionante, yo siempre le decía en broma que un día se lo cortaría y me lo pondría yo postizo. Todo lo que yo decía le hacía mucha gracia, pero de verdad, no esa gracia falsa que nos hacen algunas cosas. Eso me hacía sentirme a gusto a su lado. Era agradable, la verdad.
Por otro lado, Carla era la más bajita de las tres y estaba más rellenita pero sin estar gorda. Tenía una sonrisa profident y unos ojazos verdes claros preciosos. Su pelo era ondulado y castaño con tonos pelirrojos. Era también la más seria pero, no de borde sino de consciente, de madura. Habíamos encajado las tres a la perfección y me alegraba de ello.

-¿Qué crees que te dira hoy bigotitos? - se burló Noelia.
-No tiene gracia, siempre me deja en ridículo delante de la clase. Estoy empezando a hartarme.
-No seas así, no lo hace a mal y lo sabes. Tal vez, le divierta ver tu cara. - contestó Carla.
-Claro, mi cara de ''te odio'' es la más bonita que puede ver.

Entramos a clase y nos sentamos como siempre en la cuarta fila. Mierda. Ya me había mirado de reojo el profesor. Yo creo que se preparaba más la broma para hacerme que la lección que le tocaba.
Se cerró la puerta de clase y se dispuso a empezar. Dos minutos después tocaban a la puerta y entraba... ¡Oh! ¿Estaba entrando Carlos? 

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