viernes, 25 de enero de 2019

A veces nos duele el detalle más tonto.
Un pequeño rechazo de aquella persona a la que damos prioridad.
Duele porque vemos cómo otros no harían lo que nosotros sí.

Y esperar, tener expectativas, es la esperanza más contradictoria de todas las cuentas atrás.
Sin embargo, el ser humano no deja de creer. No sabemos ser realistas.
Soñar que un día saldrá bien es parte de nuestro motor básico.

Yo aún sigo tomando decisiones pensando que me irá bien. Aún lo hago. Aún creo en la suerte dentro de un mundo que no concede deseos.
Así que sí, llámame ingenua o poco realista, o incluso estúpida, porque en parte lo soy.

Y sigo queriendo serlo.