martes, 28 de julio de 2015

Everyone falls.

Todos caemos.
Un punto de inflexión en nuestras vidas. Un sí pero no. Un estoy bien pero en realidad no. Un quizás.
Un momento de debilidad en el que el mundo se nos cae a pedazos y nos hacen pedazos. Esos fragmentos que caen están afilados y se clavan como finas dagas a la espalda haciendo heridas que tal vez sean incurables.
Solo las personas correctas tienen la fórmula para reponernos, de hacernos volver como si nunca nos hubiéramos roto.
Un simple gesto, un abrazo que te haga sentir a salvo, un te quiero a tiempo, un no te vayas haciéndote regresar, un chaleco salvavidas anclado en la mirada...

El problema llega cuando... te sientes solo.

Si no confías en alguien que te cure, si no te sientes lo suficientemente importante para alguien, si no encuentras tu isla, tu bote y tu remo que te hagan creerte a salvo.
Si no te incluyes ni a ti mismo en el círculo de confianza... ¿cómo se consigue avanzar en esos casos?

Yo solo tengo clara una cosa. Cada vez que llega mi vértice de caída, rezo para no encontrarme sola y no hundirme en el pozo sin salida.
Yo no sabría salir.