sábado, 14 de septiembre de 2013

Cambiar y arriesgar.

Me he dado cuenta que soy del tipo de personas que necesitan cambiar. Cambiar de aires, cambiar de gente, cambiar de amigos, de comida, de casa, cambiar la manera de pensar. En definitiva, de cambiar.
Este año es una buena oportunidad de hacerlo y no lo voy a dudar. El problema es que tengo miedo.
Y es que tampoco quiero perder aquello que ya tengo. Me niego a hacerlo. Me niego a perder.

Sí, me gustan los cambios. Pero, ¿qué haría yo sin mis amigos? Sin esa gente con la que lo comparto todo. Les cuentas lo que te pasa y te ayudan. Cuando estás triste te animan. Siempre intentan verte, te hacen reír y soñar.
A veces decidir lo que quieres hacer es difícil. Sobretodo si no estás acostumbrado a hacerlo. Te pesan las decisiones por temor a lo que pase después. ''¿Me habré equivocado de camino? ¿Y si lo que yo quería no era esto? Lo que tenía antes es mejor que lo tengo ahora.''
Pero, si no cambiáramos de aires estaríamos siempre igual. No veríamos más allá de cuatro paredes, no conoceríamos a nueva gente, pensaríamos según lo que nos enseñaron nuestros padres y no conforme a lo que hemos vivido. Seguiríamos siendo niños.
Yo creo que el truco de la vida está en cambiar. Aceptar lo que viene y lo que se va. Ser un poco conformistas y no exigir tanto. No tener las expectativas tan altas. Y eso nos llevaría a sufrir menos. A tener más esperanzas. A pensar que en cualquier momento tu vida podría cambiar porque cualquier mínimo cambio nos haría felices.
La monotonía es algo horrible. Y sí, te acostumbras a ella pero, cuando sales de ese círculo vicioso y ves más allá... sientes como si hubieras perdido tiempo haciendo siempre lo mismo.
Arriesgar. Esa es otra clave. Sé que tenemos miedo muchas veces, yo misma lo he dicho antes pero debemos arriesgar.
Arriesgar por aquello que queremos, por lo que tenemos y por lo que queramos conseguir.

Cambiar y arriesgar. Arriesgar y cambiar. ¿Se podrán conseguir más cosas con estas dos palabras?