martes, 30 de diciembre de 2014

Ya no.

Ya no me importa tu nombre,
ni me molesta tu olor;
ya no añoro tus abrazos,
ni tus risas, ni tu amor.

Ya no sé ni quién eres,
se me olvidó decirte, 
pues te fuiste de mi mente
al momento en que partiste
y dejamos de ser uno 
para volver a estar tristes.

Tú te apartas a un lado
y te alejas poco a poco,
yo sólo quiero que te acerques
y verme reflejada en tus ojos.


365 días

Un año. Trescientos sesenta y cinco días. Muchísimas horas y más minutos aún.
Ese es todo el tiempo que he usado en el 2014. Es el tiempo que he pasado riendo, llorando, el tiempo que he malgastado en tonterías y el que he sabido aprovechar. 
He echado de menos a mucha gente, y por qué no, también de más.
He querido y dejado de querer. He aprendido a ayudar y a ser egoísta cuando la situación lo requería. A pensar en los demás y a ayudar siempre que pudiera.
He odiado y he dejado de hablar comprendiendo que un silencio decía más cosas que una conversación a medias...
He hecho nuevos amigos, algunos de ellos muy importantes. Me he sorprendido en muchas, muchísimas ocasiones. Y me alegro como nadie de haberlo hecho.
He descubierto que la confianza no es tiempo. Es comprensión y escucha. Y sobretodo que depende de la persona. Se podría decir que he aprendido a confiar y a que confíen en mí.
He podido disfrutar de situaciones raras, impensables, extraordinarias.
He aprendido que no todo el mundo es igual y que no toda la gente muestra lo que de verdad es.
He aprendido que vale más conservar un amigo que destruir una relación por una tontería. 
He descubierto que hay gente muy igual a mí. Y gente muy distinta con la que me puedo entender.
He aprendido que hay cosas que merecen la pena y gente que la merece aún más. Gente que verdaderamente merece la pena por encima del resto.
He aprendido a valorar. Intento dar prioridad a lo que la tiene y ser justa.
He intentado mostrar más. Decir lo que sentía y ser sincera conmigo misma. Eso es importante.
He dudado y lo seguiré haciendo, pero ahora puedo decir que sé que dudar no es malo.
He aprendido que los pequeños detalles ganan a los grandes, y que vivir día a día es mejor que planear a grandes plazos.
He querido dar todo de mí aún sabiendo que recibiría mucho menos. Y no me ha importado.
He descubierto que la persona que mejores palabras usa no tiene por qué ser la más real. Que se puede mostrar mucho con muy poco. Que menos es más y que lo simple gana a lo complejo.
He comprendido que rayarse por tonterías no merece la pena pero aún me queda por aprender cómo no seguir haciéndolo. 
He averiguado que las vulnerabilidades son como pequeñas balas. Que desahogarse con la gente ayuda un montón y que contar tus miedos te hace más fuerte. Y lo mejor de todo es encontrar a personas con las que ser vulnerable y que no usen esos miedos en tu contra. 
He descubierto que al igual que te pueden romper, habrá alguien que te sepa curar. Y que no te dañe a la mínima.
He descubierto que lo que duele no es el impacto de la bala, sino quién te la lanza.
He descubierto que hay amistad que sobrepasa realidades. 
Y he descubierto que las mejores conversaciones se tienen a partir de las 2am.

He descubierto, aprendido, comprendido, averiguado, sentido, intentado y mostrado tantas cosas que.

Ay, lo que pueden dar de sí 365 días...
Creo que faltan palabras para describir tantas emociones vividas en ese plazo de tiempo. Mucho o poco tiempo, relativo según se mire.
Cómo cambian las relaciones, los sentimientos, cómo cambia lo que pensamos, cómo actuamos. Cambia lo que decimos y lo que dejamos de decir, cambia el cómo lo decimos.
Cambiamos.
Cambia lo que nos rodea.
Y es inevitable...