domingo, 4 de enero de 2015

Y dejaron de entenderse...

Dejaron de entenderse de la noche a la mañana. ¿Eso puede pasar?, te preguntarás. Sí que puede.
De un día a otro pensaron que no se entendían. Que lo que uno hacía estaba mal y lo que hacía el otro estaba peor. Rechistar por rechistar, discutir por discutir.
Sin buscar soluciones.
Sin hablarse.
Sólo una voz que va y otra que viene. Llevándose por en medio a todo aquel que intentara aclarar la situación. Hundiendo en el mar a aquella persona que intentara ser su salvavidas.

Una con cuchillos, el otro con los puños. Sin pegarse, pero haciéndose el mismo daño.
Un vaivén de miradas de odio, de reproches que no se pronuncian pero sí que se marcan en el corazón. Un déjame en paz antes que un te quiero. Apartarse la mirada en vez de hablarse a los ojos. Negar cualquier plan sin motivos, simplemente que lo ha propuesto tu ''enemigo''.
'No quiero saber nada que tenga que ver con él', 'No quiero escuchar ni una palabra que ella haya dicho'. Esos son los pensamientos más recurridos al cabo del día.
Y la consecuencia son llantos, ríos y ríos de lágrimas por ambas partes.
Y frustración.
Y dolor por no poder volver a la situación inicial.

Sin saber qué fue el detonante, quién les obligó a estar así. Acción, persona o situación. Nadie lo aclara, nadie lo sabe. Simplemente la relación se degrada día tras día. No hay vuelta atrás.
Parece que no quieren.
Todo está en contra y no hacen nada por cambiarlo. Sólo gritarse. Gritos, gritos y más gritos. Gritos silenciosos que piden que les saquen de allí.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo arreglar algo sin saber por qué se ha roto? ¿CÓMO SE HACE ESO?
Y quién puede hacerlo...

Y todos los días, todas las noches, tras recordarse y dolerse a sí mismos, se preguntan qué pasó. Y por qué no hicieron nada por arreglarlo.
Ahora es tarde, y se echan de menos... Más que nunca.
Pero, pero... Es que dejaron de entenderse...

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