lunes, 26 de enero de 2015

Punto y final.

Cierro los ojos y lo visualizo todo.
Veo lo que vivimos juntos y lo que dejamos a nuestras espaldas. Veo el pasado. Aquel que no suponía ningún problema porque yo sentía el futuro. Y lo sentía a tu lado.
Mi vida estaba totalmente anclada a la tuya, caminando de la mano, sin separarse ni un solo segundo. No existían ni los puntos ni las comas, solamente tú y yo.
Y el saber que estarías.
Y el creer que estarías.

No existían ni los puntos ni las comas... Hasta que tú los empezaste a escribir.
Puntos y aparte en todos los nuevos días. Guiones que acababan antes de tan siquiera empezar.
Y comencé a visualizar el tan temido punto y final. Solo pensarlo me daba vértigo. Solo la sensación de no tenerte a mi lado me causaba mareos, y dolores de cabeza.
Era el punto más gordo que había tenido nunca delante. Más que punto era obstáculo.

Y dime, ¿cómo se oculta una herida tan grande que ocupa la mitad de tu ser? ¿cómo se elimina la mitad de ti mismo? ¿cómo te elimino de mí?
De mi pecho, de mi cabeza y de mi corazón. Cómo lo hago.
No se puede. Y no creo a la gente que dice que el tiempo todo lo cura. Mentira. Con el tiempo ese punto se hace más grande, terminando por enquistarse en la piel. En mi piel, esa que tanto te gustaba acariciar...
Y tendré que operarme a corazón abierto, a corazón ''roto'', para poder quitarme esta parte tuya que no se va. Porque poco a poco no se hace. O lo eliminas de golpe o no se va. Es así.

Sin embargo, no es eso lo que quiero. Yo quiero que vuelvas. Que vuelvan tu olor, tu risa, tus abrazos, tus te quiero.
Y poder volver a poner comas en nuestros textos o incluso puntos suspensivos, me da igual. Siempre que no sea nuestro final lo que escriba, siempre que no sea un seco punto y final el que acabe con nuestra historia.

No quiero escribir un fin...
... y tú me estás obligando a hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario