viernes, 16 de enero de 2015

El lenguaje de los suspiros.

Todo un día necesitaría para poder describir aquel lenguaje que teníamos.
Ese lenguaje tan nuestro.
Ese lenguaje que me hacía tan tuya y a ti tan mío.

Una caricia que precedía a un beso. Un beso tan suave como el color del cielo al atardecer.
Y luego otro. Y otro. Cada vez más bruscos, con más deseo, pero igual de gratificantes que cuando puedes comerte tu caramelo favorito tranquilamente porque sabes que tienes un paquete y no se van a gastar.
Son comparaciones absurdas que me dejan explicar un poco mejor todo lo que sentía cuando tú estabas aquí. La sonrisa que no se iba de mi cara, el cosquilleo en todas las partes de mi cuerpo, cómo se me aceleraba el corazón. Esas sensaciones en mí han sido de lo mejor que he llegado a sentir.
Y me acuerdo de aquellas charlas en las que usábamos el lenguaje que solamente nosotros entendíamos, que solo nosotros hablábamos.
Se podía apreciar desde fuera pero, éramos nosotros quienes llevábamos el ritmo. Un ritmo rápido. Y ahora que lo pienso, tal vez lo fuera demasiado...

Un suspiro que se escapaba de mi boca para parar en la tuya, tan cercana en ciertas ocasiones. Un suspiro sí, pero uno de felicidad, de enamoramiento, de quererte.
Ahí está. Nosotros hablábamos un lenguaje particular. Un lenguaje de dos. El lenguaje de los suspiros.
Mi almohada olía a ti. Mi ropa olía a ti. Todo eras tú. Y yo suspiraba, no dejaba nunca de hacerlo.
Dormía a tu lado y acariciaba tu piel mientras la luz de la Luna entraba por los resquicios de la habitación. Y del mismo modo veía cómo sonreías al darte los primeros rayos de Sol en la cara. Y me sonreías a mí. Y me mirabas con aquellos ojos del mismo color del agua marina. Tan llamativos, tan alegres, tan sinceros, tan tú. Y me mirabas, me mirabas intensamente y de diferente manera al resto.
Y yo suspiraba, pero ya sabes, de enamoramiento. No conseguía hacer otra cosa que suspirar y besarte.
Y al verme así me abrazabas de forma acogedora. Tus brazos nos refugiaban a mí y a mis suspiros. Todos juntos. Y me decías 'eh, que no pasa nada, aquí estaré siempre'. Sí, ya.
Me gustaba ser parte de tu vida, no lo niego. Me encantaba, de hecho. Y odio cómo estamos ahora. ¿Cómo estamos? Más bien cómo no estamos.
¿Cómo cambió todo tanto? ¿Cuándo?
Pudimos haber seguido tal cual, tan bien. Tan nosotros y nuestro lenguaje.
¿Por qué tuviste que marcharte? ¿Y por qué no me di cuenta de que te irías y me dejarías así?
Una y otra vez me pregunto lo mismo. Y no puedo hacer otra cosa que sacar fuerzas e intentar reponerme. Volver a coger mi propio ritmo y no el de dos, no el que tenía contigo. Y volver a aprender a hablar porque, el lenguaje de los suspiros no me sirve para nada ahora. Solamente para quejarme y comparar. El mejor lenguaje que he conseguido dominar y tú hiciste que se esfumara.

Suspiro.
Suspiro de nuevo.
Pero esta vez no es de alegría, ni de amor. Esta vez es pena. Una inmensa pena que abarca a todo mi cuerpo.
Y tus brazos... Esos que me daban calidez... Ya no están aquí conmigo. Ni me pueden rodear.
Suspiro al recordar.
¿Nunca voy a dejar de hacerlo?
Maldito lenguaje de los suspiros, joder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario