jueves, 18 de septiembre de 2014

Herida sobre herida duele el doble.

A veces tengo días en los que me paro a pensar un poco en todo. Pienso en mis amigos, en mi familia, en mis cosas. Pero sobretodo pienso en mí.
En los aspectos en que cambia mi vida y otros muchos en que no lo hace.

Y aún sabiendo que hay cosas que han cambiado por el propio curso que sigue la vida me siento en el mismo lugar. Tengo la sensación de andar y andar por un largo camino que nunca acaba. Mejor dicho, que nunca avanza.
Mis pies se cansan y se paran, y al observar qué es lo que tengo alrededor veo el mismo paisaje de siempre. Es el mismo árbol, la misma roca, el mismo lago, el mismo aire que me ahoga y aprieta. Y me aburro. Me aburro y me canso de andar y estar una vez tras otra en el mismo punto. En el punto de partida. Veo a los demás avanzar, veo a gente coger carrerilla y acercarse más a su propia meta, veo a gente dar pasos cortos pero certeros. ¿Y yo qué? Yo retrocedo o cómo va ésto.

Hay personas que me saludan unos pasos más adelante. Me animan a seguir y a pensar que todo llegará. Y mi instinto es ese. Ser optimista y visualizar la llegada a meta. Y cerrando los ojos cojo fuerzas de nuevo. Pienso que esta vez sí que avanzaré, aunque solo sean unos pasos. Pienso en que lo lograré. Todos me animan a hacerlo. Yo me animo a hacerlo.
Y como no, en ese camino a la meta en el que creo que todo va bien, vuelvo a tropezar con la misma piedra. Y vuelvo a caerme. Doy de bruces contra el suelo y duele un poquito más. Cada vez que me caigo duele un poquito más.
Herida sobre herida duele el doble, eso ya se sabe.

Y a pesar de todo, me vuelvo a levantar. Me sorprendo a mí misma y me levanto. Una vez tras otra. Con fuerza. Como si nada pasara por caerse. Una, dos, tres veces. Diez. Cien. Incluso mil.
Me sigo levantando. Eso es lo importante ahora.
Pero sé, con toda la pena del mundo, que habrá un día en el que no consiga hacerlo. La fuerza no será la misma. Mi cuerpo querrá seguir levantándose y seguir cayéndose de boca en la misma piedra, pero en cambio, mis piernas fallarán y mis rodillas sangrarán. Mi piel estará débil. Y mi cuerpo no tendrá la misma fuerza para reponerse de tanto esfuerzo. De tanto andar en círculos. De tanto caerse. De tanto observar cómo los demás avanzan. De tanto raspar el suelo y no el cielo.
Y es que herida sobre herida duele el doble. Ya sabéis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario