viernes, 26 de septiembre de 2014

7.

El curso avanzaba sin prisa pero avanzaba. Todo me iba bien. Mis notas no eran las mejores pero sí lo suficientemente buenas para sentirme bien conmigo misma. Cada día que pasaba me sentía mejor teniendo a mi lado a mis amigas y también estaba feliz de haber conocido a Carlos. Era un buen chico. Y un buen amigo. Y por supuesto, estaba encantada de estar con Julio. Era mi vida en estos momentos. Casi todo lo hacía junto a él porque me sentía realmente a gusto.
La gente dice que las primeras semanas de una relación suelen ser las más empalagosas. Es cierto. Quedábamos siempre que encontrábamos un hueco, por mínimo que fuera. Estar juntos nos hacía felices. O al menos a mí.
Y luego, bueno, estaban mis padres. Mi madre sospechaba que había algo. Era normal porque no paraba quieta en mi casa. Y porque solía llegar muy feliz de todas mis ''salidas''.

Una noche vino a mi habitación y como cualquier madre en este mundo, entró sin tocar a la puerta. Y sí, yo estaba hablando por Skype con Julio. Imagináos el percal. Cerré de golpe la tapadera del portátil pero ella ya se había dado cuenta de la situación.

- ¿Quién es ése? - me preguntó con una sonrisa pícara.
- Un amigo, mamá. Gracias por llamar.
- Mmmm, ¿algo que me debas contar? - insistió.
- No mamá. Es una amigo, cuando pase algo que te deba contar, te lo contaré - mentí. - Y mientras, deberías aprender que las puertas cerradas están cerradas por algo.
- Creo que te ha molestado demasiado para ser sólo un amigo. - Que lista era la jodía, me calaba en nada. - No tardes en acostarte que mañana madrugas. Buenas noches - se despidió dándome un beso en la cabeza.

Y por otro lado estaba mi padre. Vivía en un mundo distinto al mío. No sabía nada ni le contaba yo nada. A veces me preguntaba por mis notas y mis amigos, casi por obligación. Le quiero mucho pero, con total sinceridad, creo que no me entendía.
Estaba decidida a contarles a mis padres lo de Julio. Algún día. Aún no era el momento. Llevábamos solo dos semanas juntos. Era poco tiempo para presentárselo porque, quizás una semana más tarde todo cambiaba y romperíamos. Ahora ni me planteaba que ésto me pudiera pasar con él pero, de golpe, las cosas cambian. En un instante, todo lo que crees conocer se invierte y vuelves a estar perdida en un mundo que ni viene ni va. Simplemente cambia. Y el cambio unas veces es a bien y otras a mal.
Algo parecido me pasó a mí, pero de momento, todo iba mejor que bien con respecto a Julio.

Una de las tardes quedamos para ir al cine. No teníamos ni idea de qué película escoger entre Les doy un año, Líbranos del mal o Lucy. Me ofreció ver la comedia romántica pero yo no quería obligarlo a ver una pastelada. Al final decidimos entrar en la de miedo. Me gustaban ese tipo de películas y así tendría la oportunidad de agarrarme a mi chico cuando la ocasión lo requiriera.
Fueron 2h de sufrimiento. Cuando intuía que iba a pasar algo malo me agarraba a su brazo y cerraba los ojos. En cambio Julio alternaba la mirada entre la película y yo. Me sentía agarrada a su brazo y se reía.

-Eres una cagada. ¿No te gustaba la peli? - me chinchó nada más salir de la sala.
-Y me ha gustado.
-Ya...
-¡Qué sí! - puse voz de niña pequeña fingiendo enfadarme - Eso no quita que me asuste... Es una película de miedo. Es el objetivo que tienen.
-Bueno, al menos así estabas más cerca mía - me soltó el seductor achuchándome un poco a él.
-Eh, no puedes decirme estas cosas y quedarte tan pancho - dije cogiéndole del brazo y parándolo un poco en seco. - Si querías que estuviera cerca tuya solo tenías que decirlo - me puse de puntillas y le di un beso cariñoso en la boca. - ¿Ves que fácil? - me sonrió agradecido.
-Me encantas - me contestó en mitad de otro beso y acariciándome el pelo.

Uf.
Era perfecto. En serio, no os puedo contar defectos que tuviera Julio porque no los tenía. Era atento, romántico, inteligente, guapo. Y me entendía. No me forzaba a hacer nada, me dejaba escoger mis propias decisiones y eso me encantaba.

Estuvimos dando vueltas por el centro comercial después de la película. Entramos a varias tiendas de ropa porque quería comprarse una sudadera y así yo le ayudaba a escoger una. En Pull&Bear encontramos una chulísima. Era azul marino con las mangas en un estampado de otro tono de azul, con detalles marrones. Era muy hipster y muy él. Totalmente su estilo. Cogió otra roja con capucha y unos pantalones vaqueros negros.


Se dirigió al probador con la ropa para ver cómo le quedaba todo. Yo cogí un  jersey rosa para probarme algo también.

- ¿Cuántas prendas lleváis? Tres y una, ¿no? - dijo la dependienta mientras nos daba dos fichas.- Pasad.

Antes de que entráramos los dos en el mismo probador ya había otra dependienta diciéndonos que debíamos entrar cada uno en uno, que eran individuales.
Eso hicimos. Nos pusimos en dos contiguos, me quité mi camiseta a rayas y me probé el jersey. Era super mono y me quedaba muy bien. Abrí un poco la cortina para ver si estaba por allí la dependienta y al ver que no, salí corriendo de puntillas y me metí en el suyo. 

-Eh, ¿qué haces loca? - me preguntó al verme allí dentro.
-Nada, te echaba de menos... - dije dulce y picarona.
-Qué rebelde eres... - me dio un beso y se rió.
-Que sepas que solo es por ti - sonreí - ¿Te gusta? - di una vuelta sobre mí misma a modo modelo. - Me queda bien, ¿verdad?
-A ti todo te queda bien, mi niña. ¿Y ésta para mí? - me preguntó haciendo referencia a la sudadera roja.
-Está muy chula. ¿Te has probado la otra? Porque si también te está bien creo que va más con tu estilo.
-Voy a probármela - se quitó la sudadera haciéndome caso.

Y allí estaba. Sin camiseta delante de mí. Ya lo había visto así otras veces pero no podía evitarlo. Julio me encantaba. Y me atraía un montón físicamente.
Se dio cuenta de que le estaba mirando y soltó una carcajada. Cogió mis brazos y se rodeó el cuello con ellos, y luego me cogió de las piernas para subirme un poco hasta él. Y allí estábamos los dos, besándonos en un probador y haciendo que la temperatura subiera de golpe.

-Ejem - se escuchó un carraspeo desde fuera.
-Creo que nos han pillado - dije riéndome en voz baja mientras me bajaba de sus brazos. - Corre ponte la sudadera - me hizo caso. - Sí, la azul te está mucho mejor. Yo me salgo y te espero fuera a que te pruebes los vaqueros.

Repetí el proceso anterior. Saqué la cabeza a través de la cortina con cuidado. No había nadie. Era el momento de volver rápido a mi probador.
Me puse mi camiseta y salí para fuera a esperarle.
Tachán. Choque. Salía con la cabeza agachada de los probadores doblando el jersey y no vi que alguien se ponía delante mía.

-Perdona, perdona - hice hincapié diciéndolo dos veces. - Anda, pero si eres tú... 
-No es nada, Marta - se rió. - ¿Sabes? Esta situación me resulta muy familiar - se burló de mí - aunque la última vez tus papeles volaron por los aires.
-Carlos, que te la ganas - le contesté amenazante mientras me reía.
-No te equivocabas cuando me contaste que eras muy torpe - siguió diciendo.
-¡Ya te vale! - le pegué con el puño en el brazo. - ¿Qué haces por aquí? ¿Vienes solo?
-Que va, vengo con un amigo de mi bloque y eso. A ver si compramos algo de ropa. ¿Te gusta ésto? - me preguntó enseñándome una sudadera.
-Eh.. - puse cara de sorprendida - Es genial. - contesté al fin.

Había cogido exactamente la misma sudadera azul que Julio. Tenían el mismo estilo vistiendo y por lo que veía, el mismo gusto escogiendo.
En ese momento salió Julio de su probador con la ropa en los hombros.

-Mmm, hola - se plantó delante nuestra. Me hizo un gesto con la cara para preguntarme quién era aquel chico.
-Julio, éste es Carlos. Un amigo mío - sonrió Carlos cuando dije ésto - y compañero de clase.
-Encantado - le tendió la mano a Julio. - He oído hablar mucho de ti.
-¿En serio? - soltó una carcajada mirándome. - ¿Les hablas de mí?
-Pero cállate tío - le volví a dar con el puño a Carlos. Me subían los colores.
-Simplemente se dedica a remarcar lo feliz que está.
-No lo arreglas, ¿sabes? - protesté.

En ese momento sonó el teléfono de Julio y éste nos hizo un gesto de que iba a cogerlo. Salió hacia afuera dejándome la ropa a mí.

-Toma, paga. Tu jersey también, ¿vale? - me sonrió y me dio un beso en los labios delante de Carlos. -Es un regalo - me dijo al oído.
-Gracias - moví los labios sin hablar.

Salió de la tienda y se puso a hablar por el teléfono. Mientras tanto yo me quedé allí con Carlos hablando un poco y haciendo cola para pagar.

-Por cierto, ¿y tú amigo?
-Ni idea, tía. Se me ha perdido. - Un whatsapp sonó en su móvil en ese momento. - Vale, aquí está el por qué. - me dijo enseñándome el smartphone.

''Tío, q me he tenido que ir. Mi padre me ha llmado xa que vaya a por mi hermana al pueblo. Me han liado un taco asiq al final voy.
Perdona''

-Joder. ¿Y te deja así tirado? - me extrañó.
-Pues ya ves. Bueno, no pasa nada. ¿Quieres hacer algo?
-Pero yo... estoy con Julio esta tarde.

Y como si el destino me hubiera oído entró Julio con cara de preocupado.

- Marta, me tengo que ir. Te llevo a casa rápido.
- ¿Qué pasa? ¿Quién era?
- Mi madre. Mi abuela se ha puesto peor y hay que llevarla al hospital - dijo nervioso.
- Julio, - le dije cogiendo su cara entre mis manos y mirándole a los ojos - no te preocupes que no va a pasar nada malo, ¿vale? - intenté animarle.
-Eso espero. ¿Nos vamos?
-No, no pierdas el tiempo en llevarme a casa. Vete rápido. Ya me las apaño yo - le sonreí comprensiva.

Esta vez fue el que me dijo gracias con solo mirarme a los ojos. 
Parece que estaba todo planeado para que me quedara a solas con Carlos. No me importaba porque era mi amigo pero, era la primera vez que salíamos los dos solos.

- Bueeeeeeno... Parece que nuestros respectivos acompañantes nos han dejado tirados... - me miró con una mezcla de pena y alegría en sus ojos.
- Eso parece.
- ¿Te apetece hacer algo ahora? Ya si tienes la tarde libre, ¿no?
- Venga va - contesté tras pensarlo un poco.
- ¿Se te dan bien los bolos? Estoy seguro de que te gano por paliza.
- Eso no te lo crees ni tú. Soy la campeona de mi casa en bolos. Te vas a enterar - dije picándole.

Nos dirigimos hacia la bolera con la intención de divertirnos y la cosa llegó a mucho más que eso.
Había aceptado quedarme un rato con él pensando que no pasaría nada.
Qué equivocada estaba. Un simple gesto, lo puede cambiar todo.

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