viernes, 19 de septiembre de 2014

6.

Salí de aquel embobamiento espontáneo y volví a mirar la carretera. Ahora sonaba Leiva. Uf, Leiva. Algún día iría a un concierto suyo, y ahora que sabía que a Julio también le gustaba podría asistir acompañada.
Cinco minutos más tarde empezó a disminuir la velocidad del coche y vi un desvío que se dirigía hacia la izquierda. Dejó el Seat IBL aparcado en un recoveco y me invitó a salir del coche. El chico tenía hoy ganas de ser galán. Realmente Julio me parecía un chico muy amable y atento. Si seguía así se ganaría otro punto.

-Ya solo nos queda pasear hasta el sitio que te quiero enseñar. Es bonito y tranquilo. Cuando quiero estar solo suelo venir aquí a relajarme. Y ahora te lo enseño a ti. Ahora va a ser de los dos... - fue disminuyendo la voz pensando en la cursilada que acababa de decir.
- Gracias - le dije mirándole a los ojos. No se me ocurrió otra cosa con que contestarle.

Paseamos hablando un poco de todo. El camino tenía a ambos lados una fila de árboles plantados recientemente. Hacía fresco allí y encima se había levantado un pelín de aire.

-¿Tienes frío? - me preguntó.
- Un poco. - contesté pensando que era mi oportunidad para acercarme a él.

Vi como una sonrisa aparecía en su cara. Tenía una boca realmente perfecta. Parecía como si aquellos labios me llamaran. Me estaban gritando a voces que los besara. Pero me resistí.
Julio se acercó a mí y me echó el brazo por encima, rodeándome y acercándome a su cuerpo. Me transmitía calor. Y eso me sentaba bien.

-Gracias... - dije de nuevo.
-Eres muy agradecida tú eh - se río. - No tienes por qué dármelas. Bueno ya estamos aquí.

No me había dado cuenta de que habíamos llegado ya. Estaba tan pendiente de mirar los árboles y sobretodo de mirarlo a él que ni me di cuenta de que ya habíamos llegado.
El sitio era sorprendente. Al final del camino los árboles dejaban de seguirnos y se abría una especie de descampado pero sin tierra. Es decir, el suelo era de piedrecitas como en las calles antiguas dándole un toque de terraza de verano oculta. Tenía hasta su propia barandilla puesta al borde del descampado. Y las vistas... Desde allí se podía ver toda la ciudad. Todas las luces brillando a cual más fuerte intentando que mis ojos se deslumbraran de tanta belleza. Luces rojas, naranjas, amarillas, incluso azules o verdes. Era un festival de colores. Aquel lugar era como una especie de mirador. Sí, eso. Un mirador misterioso que nos regalaba la naturaleza.
Era un sitio realmente precioso. Y tan perfecto... Casi tanto como él.
Lo miré de repente y vi como me observaba. Tenía cara de haber triunfado. Se fue acercando lentamente hacia mí hasta estar a varios centímetros. Me cogió por la cintura y me acercó a su cuerpo de nuevo. Notaba su calor tan agradable...
Su cara se acercó poco a poco a la mía y volví a notar sus labios. Le respondí al beso con cierta pasión. Nos gustábamos y eso se notaba. No podía alejarme de él, de su cara, de su cuerpo. Era como una atracción magnética que me retenía allí a su lado. Tampoco tenía intención de alejarme. No había estado tan a gusto desde hace tanto tiempo... Y de repente una idea celosa me vino a la mente.

-¿Aquí traes a todas tus chicas? - le descoloqué un poco. Acababa de romper el momento para decir una tontería.
-No. Te lo he dicho antes. Aquí vengo cuando quiero estar solo y tranquilo. Nunca se lo he enseñado a nadie excepto a ti. Ahora el sitio es de los dos. Quiero que sea de los dos y solamente de los dos. -me contestó saliendo airoso del apuro.

Y esta vez fui yo la que se lanzó a su boca. No pude negarle aquel beso. Estaba demasiado colada por él, y en tan poco tiempo, que me sorprendía a mí misma. Y hacía muchísimo que no sentía tal confianza con una persona y menos con un chico. Porque como ya os dije los chicos y yo no nos solíamos llevar extremadamente bien.
Estuvimos en aquel mirador improvisado de vistas espectaculares un buen rato. Nos habíamos sentado en el suelo a contemplar nuestra maravillosa ciudad al ritmo de nuestras palpitaciones. Estábamos abrazados y podía oír su corazón. Cuándo se aceleraba y cuándo se frenaba. Cuándo su calor aumentaba y con él el mío. Podía oírlo a él, podía oír su interior.

E inevitablemente, allí sentados en mitad de la noche, me puse a pensar en que a veces las cosas no salen como uno quiere. Ese montón de veces en que había querido con todas mis fuerzas conseguir algo y no lo había logrado. Pero estaba feliz porque si todas esas cosas que no conseguí en su momento han sido las causantes de que esta noche me encontrara aquí con él, con Julio, entonces solo podía estar agradecida. También pensé en todo lo que había cambiado mi vida en un par de días. Tan solo un par de días. Y en cómo la noche estaba saliendo a pedir de boca.
Boca...
Boca...
Volví a notar como se acercaba la suya a la mía para besarme. Para buscar ese juego que sabía que tenían nuestro labios. La compenetración de nuestros cuerpos era sorprendente. ¿Cómo rechazar al destino en estos momentos? No se puede. Así que no me quedaba otra que dejarme llevar en aquella fresca y a la vez cálida noche que nos regalaba hoy el destino.

Al rato me acordé del reloj. Seguro que se me había pasado la hora.

-¡Hostias! - exclamé de forma espontánea mientras daba un brinco para ponerme de pie - ¿Las una y cuarto son ya?
-¿Siempre tienes problemas con la hora? - me contestó él riéndose.
-Mi madre es la que tiene problemas con la hora. Si por mi fuera... - Y le puse ojitos.

No se pudo resistir y tiró de mí hacia abajo para regalarme otro beso más que añadir a la colección de joyas que se esfumaron al aire libre esa noche.

-Anda sí. Vamos.

Nos subimos en el coche e iniciamos el regreso a casa. Íbamos en silencio pero no molestaba. No era un silencio incómodo.
Y casi llegando a mi barrio se decidió a hablar.

-Ésto... Marta me lo he pasado en grande esta noche. Gracias por haber quedado conmigo y enseñarme un poco más de ti.
-¿Ahora eres tú el agradecido?
-Sí... Dicen que todo lo bueno se pega.
-A ver si es verdad eso y se me pega algo de tu guapura - dije pícara.
-Me gustas de verdad.
-Y tú a mí - le contesté siendo sincera. - Me gustas mucho. Y también lo he pasado genial esta noche. Gracias...

Sonrió al escuchar mi gracias y al verle también sonreí yo. Estaba muy muy feliz. Ya habíamos llegado al parque de debajo de mi casa. Las dos menos cuarto. Me iban a matar. Me vio mirar el reloj con nerviosismo y no se demoró en despedirse.

-¿Hasta mañana pues?
- Hasta mañana. Qué descanses preciosa.

Salí del coche con rapidez. Y tan pronto como salí volví a entrar en él para darle un beso. Rocé sus labios cálidamente. Un rato sin ellos era mucho tiempo.

-Buenas noches.

Corrí tanto como pude hasta llegar a mi casa. Subí los escalones del bloque de dos en dos. Que casi me caigo era un dato importante que contaros porque debéis conocer hasta qué nivel llega mi torpeza. Imagináos que llego a mi casa sin piños. Bueno, vuelvo a la historia.

Corrí mucho hasta llegar a mi casa y delante de la puerta me paré a respirar. Abrí la cerradura lo más suave que pude. Estaba echada la llave. Eso significaba que mis padres se habían acostado. Y que al menos esa noche no habría pelea. Me había librado. Mañana sería un nuevo día y tenía que contarle muchísimas cosas a mis amigas.
Me puse una camiseta ancha y vieja para dormir y me acosté.

Me levanté cinco horas más tarde cuando me sonó el despertador. Había puesto una canción nueva de Vanesa Martín por lo que el despertar se hacía más ameno. Yo solo rezaba por no terminar odiando esa canción que me obligaba a madrugar.
Me vestí con unos vaqueros rotos negros y una camiseta roja de manga corta que llevaba dibujado en grande el eslogan de la CocaCola. Así estaba bien. Tampoco me vería Julio que era quien realmente me importaba ahora. Aunque sí me verían Carlos y el resto de mi clase. Bah, iba bien para ir a la facu.

Llegué puntual a la primera hora aún cogiendo el odioso bus. Últimamente me había aficionado bastante a los coches.
Saludé a mis amigas y a Carlos en clase y me senté en mi sitio. En los intercambios les iba contando lo que estuve haciendo la pasada noche y ellas me miraban emocionadas. Carlos también estaba allí y también escuchaba lo que yo tenía que contar. A veces ponía caras raras y parecía como si le molestara un poco. Intentaba hacer como que no le interesaba mirando para otra parte y saludando a otros compañeros pero yo sabía que sí. Tenía esa sensación. Lo veía con la oreja puesta.
¿Cuándo había yo empezado a interesarle tanto?
Total, que te terminé de contarles a Carla y Noelia todo lo que tenía que contarles y les pedí su opinión.

- Si tú estás bien y te gusta yo te animo a estar con él - me contestó Carla. - Parece un buen chico.
- Demasiado bueno... - interrumpió Noelia.
-¿Qué pasa ya? ¿Qué quieres decir con eso? - me extrañé.
- Pues que... es todo muy perfecto. Demasiado diría yo. Se ve genial y todo os va genial. Es atento, te gusta, es guapo, listo. Tiene coche... - me guiñó un ojo tras decir ésto y se puso seria de nuevo.
- ¿Pero...?
- No sé tía, que en la vida real no existen los cuentos de hadas. Y no es que no confíe en que todo salga bien pero es... raro. Como dijo alguien alguna vez, ''yo confío en todo el mundo pero desconfío del demonio que llevan dentro''.
- Oy, qué filósofa estás hoy Noelia. -me salvó un poco Carla. - No desanimes a la chiquilla porque entonces tú qué. Tu historia sí que es un cuento de hadas.
-Mi historia es normal. Chico conoce chica en piscina y ya. Pero es que tú, Marta - me dijo dirigiéndose a mí de nuevo - lo acabas de conocer y ya estáis enamorados.
-Eh, que yo no he dicho eso. Simplemente que me gusta.

Tras decir ésto miré inconscientemente a Carlos y vi que también él me estaba mirando.

- Danos tu opinión masculina porfa. - le dije para salir del apuro de las miradas.
-¿Yo? ¿En temas de chicas? - dijo como si no quisiera responder. - Vale jajajajaja - me sorprendió.
-¿Y bien? - le apresuró Carla. Parecía estar muy interesada en su respuesta.
- Que os preocupáis demasiado. Os sorprende que un chico pueda de repente ser muy romántico y tener detalles con vosotras sin querer nada a cambio. Que sí, que hay mucho tonto suelto que solo quieren lo que quieren pero, creo estar en lo cierto cuando digo que no todos somos así. También tenemos nuestras facetas. Creed un poquito en el sexo masculino anda.

Carla, Noelia y yo nos quedamos con la boca abierta. Parecía que nos habían dado un mitin sobre el amor allí mismo. He de decir que me encantó su respuesta. Y tenía toda la razón del mundo. Me estaba preocupando demasiado. Lo que tuviera que pasar con Julio iba a pasar. No debía darle más importancia al asunto.
Y eso fue lo hice. O al menos lo que intenté hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario