viernes, 27 de febrero de 2015

Y vuelta a empezar.

Cuando una barrera infranqueable e invisible se interpuso entre nosotros lo entendí todo.
Ni tú ni yo teníamos culpa, no había nada que hacer ahí.
Intentar rescatar algo de unas cenizas es el mayor sinsentido que solemos llevar a cabo. No son fragmentos que se están consumiendo, son ya cenizas...

Vuelta a empezar.
Una sonrisa que ilumina su rostro y, por consiguiente, el mío. Y me hace creer que todo está bien. Esa manía tan suya de abrazarme muy muy fuerte para que no me escape, y para sentir más cerca mi olor. Una caricia a escasos centímetros. Una mirada penetrante y sincera. Un beso tímido. Otro que ya lo es menos.
Ha vuelto el deseo.
Saltan chispas.
Y de ellas comienza el fuego y se crea la hoguera. Esa que lo destrozará todo y volverá a formar cenizas de ésto tan nuestro. Ya nos estamos quemando. ¿No lo notas?
Va ascendiendo poco a poco hasta llegar a ser insoportable. Aún así nosotros seguimos, seguimos y nos quemamos. 
Pero hay un momento en el que nos tenemos que separar, es doloroso e imposible no hacerlo. Nos alejamos un poco, ¿qué ha sido eso? Un primer fragmento que se desprende.
Y así hasta estar completamente rotos en pedacitos. El siguiente paso son las cenizas.

He aquí el quid de la cuestión. Casi nadie se para a arreglar los fragmentos, es más fácil seguir con el juego hasta el paso irreversible... La puta ceniza.
Otra vez más no hay nada que hacer. ¿Qué me queda, joder?

Vuelta a empezar, una vez más.


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