martes, 14 de octubre de 2014

8.

Entré con Carlos en la bolera. Estaba realmente picado con lo que le había dicho. En realidad, yo llevaba sin jugar a los bolos muchos años aunque recordaba que no se me daba tan mal. Pero claro, las habilidades cambian, sobretodo si no las mantienes en forma. Bah, daba igual si ganaba o perdía, lo único que quería era picarle un rato y ver la cara de tonto que se le quedaba. Era realmente divertido.

-¿Qué número te pido? - me dijo desde el mostrador. - Voy a alquilar los zapatos.
-¿Mejor grande que pequeño? - lo vi asentir. - Entonces un 39 - le sonreí.

Llegó con los dos pares de zapatos en la mano y me indicó la mesa que nos habían dado.

-¿Cuánto ha sido? - me referí claramente al dinero.
-Nada - me sonrió al ver mi cara de protesta.
-Dímelo, en serio. O vamos a medias o me voy y juegas solo - le amenacé.
-¿Ya te estás rindiendo? No sabía que iba a ser tan fácil ganarte...
-Conque con esas vamos... - nos reímos los dos por el claro pique te teníamos.
-Va, tú empiezas - dijo señalando al monitor al ver mi nombre.

Di un resoplido y me dirigí a coger una de las bolas. La escogí roja.

-Hostia, ¡cómo pesa! - le oí reír detrás mía. - Eh, tú no te rías - le apunté con el dedo.
-Coge una que pese menos, creo que son las azules celeste.

Le hice caso y cogí una celeste. Mucho mejor, no pesaba ni la mitad que la roja. Me acerqué a la pista e hice el movimiento típico del lanzamiento. Vaya. Demasiado ladeada. Solo había tirado tres bolos situados a la derecha.

-Mmmm - murmuró. - ¿Te ayudo?
-No gracias. - me negué - Es porque ha sido la primera bola. Ahora verás.

Cogí la segunda bola celeste y esta vez apunte mejor. Tiré 5. Solo quedaron dos en pie. Para llevar tanto sin jugar no estaba tan mal. Volví al asiento y le di una palmadita en el hombro.

-Te toca machote - le dije claramente en broma.
-La suerte del principiante. Ahora verás - me contestó cogiendo la bola verde.

Pleno. Maldita sea. Tenía clarísimo que quería ganarme. Me restregó el pleno por la cara como si lo hiciera siempre que tirara. Ya veríamos en el segundo tiro.
Cogí una bola naranja. Pesaba un poco más que la azul pero al menos podía levantarla.
Tiré intentado darle al bolo central pero conforme avanzaba la bola por la pista iba adquiriendo un efecto que yo no le había dado. O no intencionadamente.

-No, no, no. Por ahí no. - grité haciendo aspavientos con las manos. - Jo.
-¿Cuántos bolos? ¿Qué? ¿Ninguno? Oy, madreeee. Estoy viendo al claro vencedor de esta partida.
-Ni un comentario más. Te estás pasando - me hice la enfadada.
-A ver, déjame que te ayude.

Cogió una bola rosa y otra verde. Me dio la rosa y me hizo un gesto para que me fijara en sus movimientos.

-¿Ves? Este gesto es el que tienes que hacer con la muñeca. Y apuntar lo más recto posible.
-Eso intento. - me puse a su lado en la pista e imité sus movimientos. - ¿Así?
-Espera. - soltó su bola y se colocó detrás mía, pegado a mi espalda. - Así... - dijo mientras movía suavemente mi mano.


Un escalofrío recorrió mi cuerpo al oír su voz tan cerca de mi oído.

-Vale. Ya lo he cogido, creo - dije separándome de él.

Tiré tal y como me había dicho. Casi hago pleno. 9 de 10. Qué pena que hubiera gastado el tiro anterior.
Otra vez llegaba su turno. Casi hace pleno también. 8 de 10 que terminó de rematar con la segunda bola.

-Creo que te voy ganando... - dijo tras unas cuantas tiradas.
-De eso nada. Ya me has enseñado tu truco... Vas a perder - dije con toda la confianza del mundo.
-¡Jajajajajaja! - se rió tras mi tiro. - Se te han quedado los dos de las esquinas. ¿Qué vas a hacer?
-Tirarle a uno... No sé tanto como tú - admití.

Vi como hacía un gesto triunfante. Mira que a los tíos les gustaba hacerse los chulitos.

-Si quieres te intento ayudar para darle el efecto que necesitas.

 Se acercó otra vez a mí peligrosamente. ¿Por qué hacía eso? ¿Acaso le daba igual que estuviera con Julio? ¿O era yo la única que veía en sus acercamientos algo más?
Volvió a ponerse en la misma posición, tras mi espalda y hablándome al oído. Cerré los ojos y puse toda la atención en su voz. Menuda voz tenía. Joder. Marta para. 

-¿Lo has entendido?
-¿Eh? Sí, sí. - me dispuse a tirar. - ¡Bieeeen! - grité al ver que había tirado los dos bolos.
-Qué buena alumna eres - me achuchó contra él.
-Si le dices eso al Bigotes seguro que no te cree y te tacha de mentiroso para el resto del año. - nos reímos.
-¿Por qué te tiene tanta manía? 
-Eso quisiera saber yo. Es que no le he hecho nada... - puse voz de niña pequeña.
-Como propósito de curso va a ser averiguarlo. Ni sacar buenos notas ni nada - se rió. - Averiguar eso, ¿vale? - me tendió su puño.
-Trato hecho. - acepté chocándole.

Y así pasamos la tarde. Me enseñaba ciertos trucos con los bolos acercándose a mi cuerpo y hablándome al oído. Yo cerraba los ojos al notarlo cerca. Control, Marta. Control.
Parecía que me estuviera poniendo a prueba. Cómo si quisiera descubrir algo. Como si quisiera ver... si me gustaba. Exacto. Eso era. Y lo estaba logrando. Cabrón. ¿Por qué me hacía eso? Que yo estaba con Julio... Mi Julio.
Terminamos la partida y fue a ver el monitor. Vi sus ojos perplejos y me acerqué corriendo.

-No puede ser... ¡Te he ganado! ¡TE HE GANADO! - gritaba dando saltitos.
-Ésto tiene que ser un fallo... - dijo riéndose.
-No, no, no. Te he ganado. Acéptalo, ¡vamos! - dije quitándome esos feos zapatos.
-La suerte del principiante...
-De eso nada. Que yo no soy principiante. - me crucé de brazos. - ¿A qué me vas a invitar por haberte ganado?
-¿Eh? ¿Ese trato lo habíamos hecho? - se indignó de broma. - ¿Ya no vamos a medias? - le negué con la cabeza mientras me reía.
-Por supuesto que no. Quiero un helado del McDonalds. Y como puedes comprobar no te he pedido nada exquisito. Bueno, exquisito está...
-Te he entendido, tonta - se rió. - Anda vamos - me cogió de la mano arrastrándome.

Su mano llevaba a la mía y arrastraba a todo mi cuerpo a través del centro comercial. La tenía suave. Y calentita. 
Jamás entenderé por qué los tíos nunca tienen las manos frías y nosotras sí. ¿Qué castigo es éste?
Bueno, que eso. Fue el primer contacto de nuestras manos en ese sentido. Volvió Julio a mi cabeza. Moví un poco mi mano y Carlos lo notó. Se giró a mirarme y vio que estaba incómoda. Se dio cuenta.

-Perdona... Yo no... - me dijo soltándomela.
-No, tranquilo. No pasa nada. Es solo que... - me callé.
-Bueno, ¿vamos a por ese helado? - agradecí ese cambio de tema.

Subimos en el ascensor hacia la 5ª planta del centro comercial. Era en esa en la que se encontraban todos los bares. Famosos como el Bocatta o el McDonalds y otros no tanto, más tipo bareto. También había algúnos pubs. 
Mientras subimos observo por la cristalera del ascensor cómo nos alejamos del suelo. Me da por girarme y lo veo ahí plantado, mirándome. Le aguanto la mirada un momento. Es distinta. Me mira de otra forma. ¿Qué le pasa? Aparto la mía y vuelvo a mirar hacia abajo. ¿Por qué tarda tanto éste ascensor? Oigo un ruido y me giro. Veo como Carlos se ha acercado a los controles y ha pulsado el botón de STOP, que para el ascensor en seco.

-Carlos, ¿qué haces? 
-Marta... - le veo acercarse muy despacio - que... - se acerca peligrosamente a mi cara - ...que me gustas - me suelta de sopetón a dos centímetros de mi cara.
-¿Qué? - me sorprendo, aunque en realidad ya sospechaba algo. - Pero...
-Lo sé, lo sé. Tienes novio. Y lo entiendo. Jamás en la vida me metería en medio de una pareja... - ¿Y entonces qué coño hacía hablándome a dos cm? - pero es que es tan distinto esta vez...

Lo miro a los ojos. Son castaños pero son bonitos. Son penetrantes y cercanos. Te transmite con la mirada. Por favor... que deje de mirarme así. Se acerca un poco más. Parece mentira que se pueda acercar más sin que su boca toque la mía. ¿Lo va a hacer? ¿Me va a besar? Y yo, ¿por qué no me aparto? ¿Por qué no se lo impido?
Y a pesar de todo lo que pasa por mi cabeza en cuestión de segundos, él no me besa. Está cerca, casi me rozan sus labios pero no lo hacen. Estará debatiendo su cabeza con su corazón. Vaya cursilada. Vuelvo a alternar mi mirada entre sus labios y sus ojos. Me detengo en sus labios. Joder. Qué cerca están. Y me acerco. Esta vez soy yo la que me acerco. Y los junto. Junto nuestros labios suavemente. 
Carlos me lo agredece y me contesta al beso. Tengo los ojos cerrados. Y tengo calor. 
Malditos ascensores. Noto que se pone en movimiento. Seguimos besándonos. Yo acaricio su espalda y el juega con mi pelo. Nunca pensé que un ascensor diera tanto de sí.

-Carlos... -intento parar. - Van a pillarnos. Que el ascensor está bajando.

Se separa muy a su pesar. Y muy al mío. Justo a tiempo. Se abren las puertas y aparece un guarda de seguridad.

-Chicos, ¿qué pasa aquí?
-Se nos ha parado el ascensor a mitad de camino, jefe - miente.
-¿A dónde ibais?
-A la 5º planta - respondo esta vez yo. - Íbamos a por un helado - veo como sonríe Carlos.
-Pues es mejor que cojáis el otro mientras yo compruebo el fallo de éste.
-Vale, gracias por rescatarnos. - me vuelve a coger la mano pero en cambio, no se la suelto esta vez.

Salimos de aquel ascensor en el que nos hemos dado nuestro primer beso. Y a cada paso que doy me siento peor. Mi cabeza se está haciendo un lío. Estoy saliendo con Julio pero voy cogida de la mano de Carlos, y le he besado. He sido yo. Soy una mala persona. Soy todo aquello que nunca he querido ser. Todo aquello que he criticado miles de veces. 
Marta. Joder Marta. ¿Qué coño haces?

1 comentario:

  1. Ahí va mi frase "A veces es necesario perderse para encontrarse" ^^
    pd. Me encanta la historia

    ResponderEliminar