Maldito corazón inquieto
que me llenas a cada latido
de ganas de volar
—sin desplegar las alas—.
Te embobas y nos vuelves torpes, dando pasos sin saber la dirección, solo seguros de a dónde deseamos llegar.
Te flipa poder quitarle la razón a quien por nombre ya la lleva, y tal vez la tengas, pero no te empeñes en pintar de rojo todo el arcoiris. Es imposible, su esencia ya es otra. Y mira cómo acabas.
Tú, que te riges por impulsos física y emocionalmente, bombea de nuevo, hazte fuerte y recupera lo que es tuyo, aún te guardo el hueco que mereces en mi pecho.
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